No protegemos a nuestros niños cuando evitamos contarles cuentos de hadas tradicionales. Los niños tienen derecho a entrar en el bosque del cuento, recorrerlo y vivir la aventura que cuenta. Es en esa aventura narrada por el cuento que pueden atravesar, de manera simbólica, situaciones de peligro (enfrentándose a dragones, brujos, ogros y todo tipo de personajes oscuros) que se resuelven en la medida que el cuento avanza y nos muestra que, además de oscuridad y mal, también hay luz y bien, y que el héroe o la heroína del cuento llegan al final feliz después de haber combatido con valentía, muchas veces equivocándose mucho, y aceptando la ayuda mágica que se le ofrece en el camino.
Un cuento de hadas nos coloca frente al misterio de la vida y también frente al misterio que somos. Escuchando este tipo de cuentos, un niño, una niña, puede sentir que algo profundo en su interior comienza a entender, a recibir un consuelo, a percibir ciertas respuestas a preguntas, sentimientos y emociones que están dentro de sí y que, o bien no sabe formular o siente miedo de exponerlas.
En los cuentos de hadas tradicionales se habla abiertamente del mal, del bien, de la crueldad, de la bondad, de la vida y de la muerte. Consuela y da fuerza escuchar una historia donde no se está edulcorando la realidad, sino que se la muestra en todo su esplendor, a través de imágenes simbólico arquetípicas que nos llegan al alma.
Algo profundo en nosotros, seamos niños o adultos, se conmueve al escuchar y ver, con nuestra propia imaginación, las imágenes poderosas de los cuentos viejos: el lobo se come a Caperucita roja; la reina le pide al cazador que mate a Blancanieves; Barba Azul tiene una habitación donde guarda los cadáveres de sus esposas… Son imágenes fuertes y, sin embargo, necesarias, porque todo esto que está contando el cuento forma parte de nosotros. Negarlo es no querer verlo ni trascenderlo. Evitárselo a nuestros niños es no permitir que ellos puedan crecer integrando, dialogando o matando en sí de manera simbólica, sus lugares sombríos, por ejemplo.
Pero los cuentos de hadas, además de estas imágenes, poseen otras llenas de belleza y esperanza: Caperucita Roja logra renacer del vientre del lobo; los enanitos le dan un hogar a Blancanieves; la tenebrosa habitación de Barba Azul es descubierta y él muere.
Al narrar estas historias nombramos a la vida y a la muerte. No hay miedo en ese contar que sí, que morimos, y que la muerte forma parte de la vida; y que sí, existe el mal, y vive fuera y dentro de nosotros.
Siglos de sabiduría humana están insertados en estas obras literarias. Pura poesía. Puro camino de arte revelador. Pero para poder contar estas historias sin cargarlas con nuestros prejuicios, hace falta que el adulto entre en su propio bosque, lo recorra, se encuentre con sus demonios internos y así, sabiendo que el bosque es peligroso, y también hermoso, acompañar al niño, a la niña que escucha a entrar en su propio bosque, no en el nuestro, en el suyo. Hace falta también estar dispuestos a contar el cuento que impacta una y otra vez, todas las veces que nuestro hijo nos lo pida, porque está elaborando algo importante en su interior; hace falta estar dispuesto a acompañar las preguntas de nuestros hijos, no para contestarlas desde una verdad científica sino en ese lenguaje poético del mismo cuento, contestar con escucha, a veces con un silencio y un abrazo; y sí, también hace falta estar dispuestos a acompañar el miedo de nuestro hijo en la noche, cuando el lobo aúlla y se siente perdido y desamparado ante el misterio de su aullido.
Los cuentos de hadas tradicionales son necesarios porque nos dan raíz en la vida y nos hablan de una plenitud a la que podemos llegar. Son necesarios porque nos hablan en el lenguaje de nuestra alma; la nutren. Y entonces ella (el alma) se depliega, abre memorias, nos revela un camino. En estos tiempos oscuros que vivimos, tiempos desacralizados donde la mayoría de nosotros estamos desconectados de nosotros mismos y de Dios, contar estas historias a nuestros niños es un acto de humanidad, de valentía, de amor, de humildad, de libertad.
Cuando narramos y escuchamos un cuento antiguo viajamos a lugares desconocidos, a otra forma de sentir el tiempo, de vivir una realidad que solo la podemos entender en la medida en que nos dejamos empapar por las costumbres de ese reino muy, muy lejano, donde transcurre el cuento. Un reino donde las cosas son diferentes a las que vivimos a diario y, sin embargo, como viajeros de tierras míticas, a pesar de las diferencias podemos encontrar similitudes con nuestro mundo humano.
En las tierras lejanas del cuento “la maravilla” forma parte del sentir y de la vida de los personajes que lo protagonizan. La aventura de ellos también es nuestra ya que los acompañamos en el camino cada vez que llegamos a una nueva tierra/cuento. Sabemos que allí nos esperan seres extraños y situaciones inesperadas; que los giros en la historia, que vamos viviendo a través de la palabra y la imaginación, nos harán entrar en el bosque profundo que forma parte del cuento y de nosotros. Y allí, en el bosque, todo es posible, sobre todo lo inimaginable, lo sorpresivo, lo mágico.
Ilustración de Noemí Villamuza
Los lugares lejanos
En este último viaje que comenzamos en enero hemos vivido en la tierra de un príncipe serpiente que será redimido de su mal a través del amor de su esposa (“Serpiente diurna, varón nocturno”); estuvimos varios años, porque el tiempo del cuento es distinto a nuestro tiempo humano, viviendo en tierras de batallas y de búsqueda amorosa, los dominios de la bella zarina Maria Morevna, Iván zarevich, Koschei el Inmortal y Baba Yagá (“Maria Morevna” o “María de las Muertes”); y finalmente desembarcamos en un reino hechizado, un lugar tenebroso donde una joven doncella, haciendo un gran sacrificio, redimirá a sus hermanos transformados en cisnes por obra y magia de un malvado encantamiento (“Los seis cisnes”).
Habitando estas tierras también hemos habitado la cultura de la que provienen estos cuentos. “Serpiente diurna, varón nocturno”, es un cuento de origen siciliano, recopilado por Giuseppe Pitrè en el siglo XIX, a partir de la narración de Agatuzza Messia, una narradora legendaria que merece un artículo aparte.
“Maria Morevna” recopilado por Alexander Afanasiev también en el siglo XIX, es un cuento de origen ruso.
“Los seis cisnes” hablan en alemán; un cuento recopilado por los hermanos Grimm a principios del siglo XIX (1812).
Ilustración de Ethel Franklin Betts
El viaje dentro del viaje
Todo gran viaje tiene dentro muchos viajes. Además del viaje externo, en el que nos movemos a tierras lejanas, está el viaje interno, en el que vamos hacia nuestras propias tierras lejanas.
En esta temporada de círculos de cuentos hemos viajado a otras lenguas (italiano, ruso, alemán) traducidas al idioma español; a las diferentes miradas y sentires de la vida de los
pueblos que narran estos cuentos; a la espiritualidad de estas narraciones enmarcadas en la espiritualidad de las culturas de las que provienen (una espiritualidad amplia porque entre las imágenes de los cuentos se encuentran muchas creencias religiosas, todas tejidas entre sí); y a la época en la que fueron recopilados.
Cada narrador tiene su propio sello, su propia poesía; en este viaje poético los diferentes estilos narrativos también nos traen un aprendizaje.
El viaje del cuento dura el tiempo de su narración y escucha y, también, otro tiempo, donde esa historia se sigue contando dentro de nosotros. Este último es el viaje de la integración de la escucha de la palabra, del silencio y del misterio. Todos los cuentos guardan un silencio, un misterio y tienen imágenes que se entrelazan con nuestro imaginario individual y con el todos.
También hay un viaje de la mirada interior que nos permite reflexionar a partir de los símbolos y de los componentes arquetípicos que llenan de vida el cuento y lo vuelven próximo a nosotros. Compartir nuestras reflexiones seguramente constituye el momento más poderoso de esta propuesta: ese explicarnos en grupo qué nos contó el cuento a cada persona, qué memorias nos abrió, a qué lugares nos llevó.
No puedo dejar de mencionar el viaje artístico que acompaña cada uno de estos encuentros a través de las imágenes pictóricas y fotográficas, que comparto para comenzar a paladear lo que trabajaremos en cada círculo de cuentos, y de la escritura, a partir de palabras sueltas o de fragmentos literarios.
Viajamos en la escritura, en la oralidad, en el arte; viajamos también en el pensamiento de varios creadores, pensadores, filósofos, que nutren todo el trabajo que hacemos.
El periplo comienza con la preparación de los ejercicios previos a cada encuentro. Son importantes porque, en la medida en que nos ejercitamos en ellos, nos predisponen a llegar al cuento de otra manera. Se trata de abrir la percepción, el encuentro con uno mismo, la imaginación, la mirada diferente y no habitual, el pensamiento que se crea en los márgenes y fuera del colectivo; un pensamiento propio.
Después viene el momento de salir al camino que atraviesa nuestro bosque interior, hasta llegar al claro donde la Anciana Madre del Cuento de Hadas nos espera con su caldero y con las llaves que abrirán, y cerrarán, el tiempo sin tiempo y el lugar sin lugar. Una guardiana silenciosa del umbral que nos conduce a la aventura…
Nosotras
Esta ha sido una edición de viajeras (no han participado viajeros) compartiendo vivencias, reflexiones, pensamientos. Como aventureras no traemos souvenirs de nuestras estadías en los cuentos: traemos de vuelta experiencia, magia, acogida, y el aprendizaje de cada cuento en nosotras.
Los cuentos que hemos visitado están protagonizados por heroínas fascinantes que nos hablan de nosotras mismas. Pienso que es muy interesante escuchar estos cuentos de heroínas por ese diálogo que se da entre épocas muy diferentes y porque descubrimos que hay una cercanía entre el sentir y la vivencia de la heroína narrada, en el cuento que viene de otro tiempo, y nosotras, mujeres del siglo XXI.
Los tres cuentos nos hablan de redención, de amor, de fe, del dolor y las alegrías de todo camino humano; de aceptación y de no aceptación; de ir más allá de ciertos límites impuestos por esas sociedades en las que transcurre cada cuento: la heroína no se conforma aunque acepte; es obediente y, también, rebelde. Y todas son portadores de un cambio.
En los tres cuentos el amor es motivo de búsqueda y encuentro: por amor, Rosina, la heroína de “Serpiente diurna, varón nocturno”, sale a buscar, entre cuentos y leyendas, a su marido perdido; por amor Iván Zarevich sale al camino para liberar a su esposa Maria Morevna, raptada por Koschéi el Inmortal; por amor, la princesa de “Los seis cisnes” pasará seis años sin hablar, ni reír, cosiendo camisas de áster, para redimir a sus hermanos transformados en cisnes.
En cada una de estas historias hay camino, aventura, errores fatales, hechizos, fe. Y en todas ellas sus protagonistas están dispuestos a ir más allá de sí mismos y entregarse totalmente a la búsqueda, porque eso que buscan es algo más grande que sus propias vidas. En estas historias hay sacrificio. Aprendemos que el “sacrificio”, tomado en su real dimensión, es algo sagrado que tiene que ver con una decisión profunda, amorosa, compasiva y clara, que nos conduce a un encuentro prodigioso con nosotros mismos, con Dios, con la trascendencia de la vida.
Volver de cada uno de estos cuentos nos hace sentir la vida de otra manera. Quizá hay una humildad en este entender, quizá se abre una esperanza mayor en cada una de nosotras, tal vez una serenidad distinta, una fuerza que nos llena de raíz, de lugar, de arrojo, de otro tipo de valentía, de una rebeldía diferente.
En círculo hemos compartido lo que cada una ha sentido y entendido al escuchar el cuento. Ese compartir es nutritivo y eleva la comprensión individual; un compartir sabio.
Ilustración de Iván Bilibin
Símbolo
Entender el símbolo forma parte de un aprendizaje y de una disposicón a aprender. Entrar en el lenguaje simbólico requiere una enorme curiosidad y una sed por beber de la fuente. También requiere valentía porque frente al símbolo tenemos que aprender a oír y mirar más allá de nosotros, y con nosotros. “Más allá de nosotros” porque vamos aprendiendo a “hacernos a un lado”, desprendiéndonos de proyecciones y formas habituales de pensar para permitir que el símbolo se exprese y cuente. Es en ese “contar” que puede ir destilando su inmensa sabiduría.
Este aprendizaje requiere una disposición a acoger eso que se ha destilado.
Y digo que es un “con nosotros” porque nuestros recorridos personales también están presentes en este trabajo de destilación.
Mirar la vida desde el símbolo, la sociedad en la que vivimos, la cultura de la que venimos, nos trae un cambio. Muchas veces, cuando comenzamos este aprendizaje, se inicia una transformación en nuestra manera de comprender el mundo: cambia nuestra mirada, nuestra forma de escuchar, de sentir; el velo parece levantarse con mayor frecuencia y podemos ver más allá de él. Nuestro diálogo interior también cambia: puede volverse más desnudo, despojado, enfocado, silencioso, deja espacio para el pensamiento.
Nos educamos en el símbolo y educamos el oído para oír el lenguaje metafórico.
Y en este aprendizaje es probable que nos vayamos topando con nuestro propio mito.
Por eso hablo de valentía.
Los héroes y las heroínas de los cuentos son valientes y van a la aventura obedeciendo una llamada…
Cuando la llamada llega, y es aceptada, la vida entera cambia.
Por último
En este trimestre también hemos viajado con:
Joseph Campbell; Marie Louise von Franz; Dubravka Ugresic; Victoria Cirlot; Robert Johson; Carl Gustav Jung; G.K. Chesterton; Clarissa Pinkola Estés; Rudolf Meyer; Juan Eduardo Cirlot; Ramón Andrés; Vladímir Propp; Simone Weil; Hadewijch de Amberes; San Juan de la Cruz; Gustavo Martín Garzo; Marita de Sterck; José Manuel de Prada Samper; Allan Chinen.
En los cinco encuentros ha estado presente la belleza del pensamiento de todos estos autores, además de otras muchas lecturas, entre círculo y círculo, que en mí han ido gestando ideas y propuestas para entrar en el análisis simbólico de los cuentos.
Narradora Agatuzza Messia.
Cerrando el ciclo, abriendo otro …
El cuento nunca termina, siempre empieza; o nunca empieza porque no termina. Estoy concluyendo la reflexión de este último viaje y ya estoy percibiendo el viaje que está por comenzar…
Agradezco a todas las viajeras de cuentos de este trimestre por la entrega, el trabajo, la generosidad, la inteligencia, el amor, y mucho más…
« … Ahora sólo pretendo describir unas emociones tan portentosas que no pueden describirse. Y la mayor de todas fue que la vida era tan preciosa como desconcertante. Era un éxtasis porque era una aventura, y era una aventura porque era una oportunidad. La bondad del cuento de hadas no se veía afectada por el hecho de que en él pudiera haber más dragones que princesas; era bueno formar parte de un cuento de hadas … »
G.K. Chesterton (Ortodoxia; capítulo IV, “La ética del País de los Elfos”)
(Fotografías de Agustina Arrillaga Vodanovich @arinovic )
Este fin de semana, 25 y 26 de enero, vuelven los Círculos de Cuentos. Un encuentro de tres horas de duración (de 17 a 20h, hora España), para viajar por las imágenes y los símbolos de los antiguos cuentos tradicionales.
Puedes elegir participar, en este primer encuentro on-line, el sábado o el domingo. Para participar en los encuentros trimestrales puedes anotarte a un solo taller, a dos, o a los tres.
Círculos de Cuentos on-line
Calendario Trimestral
Sábados: 25 de enero, 22 de febrero, 29 de marzo Domingos: 26 de enero, 23 de febrero, 23 de marzo
Horario: 17 a 20h (hora España)
Precio: 40 euros cada taller
105 euros (si te anotas a los tres Círculos antes hasta el 25 de enero)