Cómo siento los cuentos

Tengo la certeza de que estamos creados por cuentos. Somos hijos de estas obras de arte que viajan y pueblan nuestro espacio, que viven en un lugar sin lugar, en un tiempo sin tiempo. Antiguas historias que hablan de nosotros, seres en este mundo, de nuestro tránsito en él; que narran nuestra historia propia (la individual y única), la de toda la humanidad, y nos dan las indicaciones para llegar a realizarnos

Los cuentos nos cuentan. Viven en nosotros, o nosotros somos vividos por ellos. Conocerlos es fundamental para crecer y para aprender a ser libres.

Los antiguos narradores de cuentos (seguramente los brujos de la tribu), cumplían un rol fundamental al transmitir estas historias para todos los habitantes del pueblo: en la noche de los tiempos junto a un fuego sagrado y lleno de significado explicaban el mundo a través de un lenguaje de imágenes interiores, y transmitían un conocimiento que alimenta el alma permitiendo la conexión con el espíritu y con el Ser.

Los cuentos viajaron de boca en boca, de oído en oído; los llevaba el viento, los pájaros, los árboles; crecían en la tierra, en las aguas, en las rocas. Cantaban dentro de algunos. Los contaban los abuelos, que junto a otros fuegos, vertían su sabiduría enriqueciendo estas historias, perpetuándolas.

 

Santa Fe de Montseny: ese día el paisaje contaba un cuento distinto…

 

Los contaban los juglares, trovadores, actores, escritores, madres, padres, en las noches para llamar al sueño; los aristócratas, los del pueblo llano… Nos fuimos haciendo eco de ellos, sumando nuestros granos de arena para que no dejaran de acompañarnos.

Como humanidad nos hemos contado cuentos desde siempre.
Como humanidad hemos creado cuentos desde siempre.

Dicen que en un momento de nuestra historia, cuando nos volvimos más racionales e ilustrados, estas hermosas narraciones estuvieron a punto de desaparecer. Fueron los recopiladores románticos del SXIX quienes comenzaron a buscar ese tesoro escondido en la tradición oral de los pueblos y encontraron, entre la gente sencilla, a aquellos narradores -extraordinarios, algunos-, que supieron guardar en sí la memoria de leyendas, mitos, cuentos, para que no nos perdiéramos en los tiempos más oscuros que nos tocaría llegar a vivir.

Actualmente los cuentos antiguos están muy vivos, y a pesar de los múltiples ataques a los que son sometidos, mucha gente se encarga de que sean entendidos en su enorme belleza y profundidad.

Y junto a ellos, también nos viven una clase de cuentos escabrosos, tenebrosos, duros: los que nos narran los medios de comunicación, que nos minan por dentro impidiéndonos pensar, crecer, ser y que nos siguen sumergiendo en la esclavitud.

Estamos en la época oscura que desde siempre han venido vaticinando los cuentos. Estamos, como Caperucita Roja, en el vientre negro del Lobo Feroz o mordiendo la manzana envenenada de Blancanieves.

Pero todos sabemos, porque el cuento nos lo ha contado, que saldremos de la negrura para ser dueños de nuestro destino y reyes, de nuestro propio reino.