Los cuentos tradicionales tienen en sí mismos una noche, un fuego, un encuentro en corro, una voz que narra. Esta voz es antigua, viene de lejos, trae verdades.
Los cuentos antiguos (y cuando digo cuento antiguo digo mito, leyenda, saga, poesía) tienen un misterio y dicen verdad. Una verdad que está clara, aunque parezca que no, en sus imágenes y símbolos. Verdad mística que cuenta ese «era y no era», «lo ves y no lo ves», «lejano y cercano», «perdido encontrado», «lugar sin lugar», «tiempo sin tiempo»…
«Era y no era, pero todos sabemos que es verdad que… hace tiempo vivió un rey, hubo un reino, un bosque, una campesina, una muchacha sentada junto a un pozo, un soldado pobre, doce princesas bailarinas…».
Los cuentos viejos nos traen el hálito del espíritu, nos hablan de algo íntimo que acontece en nosotros; nos cuentan acerca de la vida de los seres humanos, de nuestro viaje como humanidad; de la búsqueda y el encuentro; de lo que tenemos que hacer para llegar a Ser. Y porque traen ese hálito del espíritu, todo esto nos lo cuentan en un lenguaje sencillo, claro, vivo, lleno de poesía.
Los cuentos tradicionales tienen dentro el recuerdo de algo intangible que echamos de menos. Si los escuchas abriendo tu corazón, te llevan de regreso a casa.