Irreverentes, polémicos, rebeldes; simbólicos, mágicos, sabios. En ellos viajan las alegrías, los sufrimientos, los deseos, las ganas de justicia, la fe y la esperanza de la gente del pueblo. Rescatados y recopilados por hombres y mujeres, muchas mujeres, fascinados por su encanto y su enorme valor humano. El Inconsciente Colectivo los crea y ellos se mantienen vivos en nosotros y resisten a todos los tiempos, todas las inquisiciones, todas las persecuciones.
Los maravillosos Cuentos de Hadas…de ellos hablaremos este 31 de octubre en “La Caseta” (C/ Mateu 16, Barcelona), Eva Martínez Pardo, Pere Juan y yo misma, Dinorah Arrillaga.
Una charla que forma parte de la campaña para editar el libro “Dos gotas” de Pere y Ona Juan.
Entrada libre, reservar para asistir a: dosgotas@yekibud.es
Érase una vez…
Otoño. Domingo cálido. Estoy sentada a una mesa al aire libre, en el campo. Escucho el graznido de un cuervo, el trinar de varios pájaros, perros lejanos ladrando…El sol camina hacia el atardecer. La naturaleza está verde, húmeda a causa de las lluvias de los últimos días. Voy dejando que me gane una presencia y comienzo a escribir habitada por ella. Es la energía de “la vieja”, “la bruja”, de la “Baba Yaga” que se acerca hasta mí con sus ojos rojos y su extraña sabiduría a cuestas.
Sueño y realidad
Hace poco más de un año me asaltó, desde un sueño, una vieja bruja terrible, flaca como hueso, pelo alborotado y una vara enorme, de madera, en la mano. Se tiró sobre mí desde el interior de un armario, la vara en alto, para golpearme con fuerza. Me despertó el impacto de la imagen y la fuerza temible y arcaica de esa mujer feroz y salvaje. Volví del sueño cargada de asombro, sabiendo que había sido tocada por un ser arquetípico y que, para mí, a partir de este toque, comenzaba un viaje. Como la mujer tenía mucho color azul supuse que era “Cailleach”, diosa celta del invierno que lleva dentro una doncella. Y como todo se mueve, y todo es cuento, sueño, y símbolo, cuando mi hija escuchó mi sueño quiso disfrazarse de Cailleach la noche de la Castanyada*. Tuve la oportunidad de ver manifestado en mi vida diurna el símbolo nocturno hecho ritual: vi a mi hija, pequeña doncella de la primavera, transformada en la temible, y, a la vez compasiva, vieja bruja del invierno. Y esta visión puso en marcha más información de mi inconsciente: la bruja siguió actuando a muchos niveles en mi vida y yo la sentía. Pasaron muchos cuentos y sueños… Y entonces comenzó a hablar la “Baba Yaga”.
Baba Yaga*
Irrumpe en escena la bruja amada y a la que he narrado en tantas ocasiones. Llegó de la mano de mi amiga Marisa Busakr. Voló atravesando los mares y traía un regalo: una bolsa de terciopelo negro, con un lirio blanco, como regalo para mi Baba Yaga. Y es en este punto preciso, en este encuentro de Baba Yaga a Baba Yaga, cuando después de casi un año de aquel sueño, y de muchas imaginaciones interiores, el cuento se pone en marcha. Marisa, con su intuición y su regalo, abrió en mí un espacio nuevo de trabajo que traía el germen de una propuesta de desarrollo escénico o artístico, acerca de esta bruja, rebruja, que tanto nos gusta a las dos.
Procesos Creativos
Cuando termino sacando a escena un trabajo de cuentos es porque antes he hecho un proceso interior, es decir, he transitado caminos del bosque y he vivido determinadas experiencias guiadas por esos cuentos. Estos procesos de creación siempre traen aparejados movimientos corporales, escritura, ensoñaciones, y sueños, muchos sueños.
Esta es la primera vez que quiero compartir en público este proceso interior, este taller propio que, supongo, terminará en propuesta escénica, o tal vez no. Lo que me importa es el viaje de mi creatividad que, como me pasa siempre, está siendo mágico, maravilloso, inspirador.
*Castanyada: fiesta tradicional de Catalunya que se celebra el “Día de todos los Santos” *Baba Yaga: bruja de los antiguos cuentos rusos. A veces es una, otras, tres. A veces mata, otras, otorga dones. Algún héroe la ha matado, aunque nunca muere en verdad. Siempre enseña. Su presencia asusta. La anuncia el entrechocar de árboles y las ramas que caen. Vuela en un mortero y vive en una cabaña, que gira, sostenida por patas de gallina.
Cotidiano Baba Yaga
La abundancia y la comida van asociadas a esta bruja. Le encanta comer, es voraz. Puede comer seres humanos. Guisar es uno de sus atributos. Cuando Basilisa la Bella visitó su casa se asombró ante la gran abundancia que allí vio. También tuvo que cocinar mucho para «la abuela Yaga»
Estos relatos antiguos, escritos en prosa, son narraciones que se cuentan y siempre tienen un protagonista que puede ser individual o colectivo. Las sagas suelen ser largas; cuando la historia es corta, hay una palabra especial para designarla: þáttr. Todas ellas, tanto largas como breves, tienen un estilo muy propio, llano, directo, sin florituras.
“Breve de Brand el Generoso” es un relato corto que cuenta muchas cosas…
En Islandia escuché muchas historias: Algunas me fueron contadas por seres humanos, otras por la naturaleza. Hasta los sueños que tuve ahí me contaron historias prodigiosas. Tenía muchas ganas de narrar allí, seguramente por devolver algo a esta tierra tan querida y especial para mí. Por eso fue un momento hermoso, muy improvisado también, dar un paseo con Francesc por Hellisgerði (Hafnarfjörður) y de pronto narrar: contar esta historia islandesa (con mi acento particular); contarla a los árboles, al pasto, a las rocas, a los bichitos, a Francesc con la cámara, al cielo…y, contándola, dar gracias por tanta y tanta generosidad.
Ariadna Salvago me pasó esta entrevista donde Tahir Shah habla de su padre, Idries Shah, y a mí se me abrió el recuerdo…
«Recordar», dentro del sufismo, es una experiencia interna que se busca para poder entrar en contacto con aquello que realmente somos y con aquello que, a pesar del olvido de nosotros mismos, anhelamos. Y en este anhelo de recordar está implícita la nostalgia.
Durante cinco años asistí a los seminarios que Oruç Güvenç, maravilloso hombre turco y maestro sufí, impartía en Barcelona. Oruç nos enseñaba a través de la música, de las danzas chamánicas y, sobre todo, nos enseñaba con su presencia. Nos contaba cuentos de Nasrudín, episodios de la vida de Mevlana Rumi, de Rabía de Basora (una gran maestra sufí) y nos leía la impresionante poesía de Yunus Emre. Con él aprendí a girar.
El año pasado, hace un año ya, Oruç murió y aunque hacía mucho tiempo que no lo veía, sentí un gran vacío en mí, una profunda emoción y la certeza de que un tiempo antiguo y muy especial de mi vida se iba con él.
Tanta belleza, refinamiento, arte, cuentos… Cuando pienso en él y en esos días de mi vida, siento algo luminoso que me acaricia, o me masajea, el corazón. En realidad me viene una imagen: la de una casa llena de rosas y el sol entrando por las ventanas. Tal vez eso era el sufismo para mí, tal vez ese era el sentimiento que Oruç despertaba en mí. Un sentimiento también ligado a mi abuelo, Slaimen Yunes, que a través de su fe -era musulmán- me llevó, tantos años después, al encuentro con las enseñanzas sufíes, a Oruç y a tanta gente querida.
He leído a Idries Shah y tengo en mi biblioteca un precioso libro de cuentos suyo, «Caravana de sueños», que me acompaña desde hace mucho, mucho tiempo…