Secretos

-En aquel entonces pude haber tomado una decisión que no tomé. Me faltó valentía y me quedé aquí. Tendría que haberme ido, pero no me fui -me dijo, y se quedó en silencio. Después, me preguntó:
-¿Por qué no armas otro porro?
-Abuela esta marihuana está muy fuerte; mejor lo dejamos así.
-¡Qué más da!
-No te voy a armar otro. El que acabamos de fumar me está dando taquicardia: si te llegara a pasar algo no me lo perdonaría nunca; además, mamá me mataría.
-Bueno, si no vas armar ninguno, abre un vino y corta otro trozo de esa tarta tan buena que trajiste. Tengo un hambre canina.

Me levanté, abrí el armario y elegí un buen vino. Aunque soy enóloga nunca dejo de asombrarme ante los caldos que encuentro en esta casa; corté pastel y llevé todo a la mesa. Descorché la botella, serví una copa, se la dí a catar a mi abuelita y esperé su consentimiento. Brindamos y comimos en silencio durante un rato.

-Abuela ¿y a dónde te habrías ido?
-A otro bosque, sin duda, lejos de los cazadores.
-Pero aquí ya vives lejos de ellos.
-No lo suficiente.
-¿Y qué habrías hecho?

Bebió un sorbo y miró a través de la ventana. Caía la tarde. Pensativa, voló lejos. Volvió con una sonrisa y clavó en mí su mirada. Qué ojos tan grandes tiene, pensé. Entonces comenzó carcajearse con dulzura de niña traviesa. Me contagié y nos reimos juntas durante muchos minutos, media hora o una hora entera tal vez. No sé si fueron dos. Al final estábamos cansadas.

-Abuela ¿qué habrías hecho?
-Muchas cosas, te lo aseguro.
-¿Como qué?
-Hay cosas que es mejor que las nietas no sepan.
-Entiendo -dije-. Y recordé lo que la bruja Baba Yaga le dijo a Basilisa la Bella: cuanto más preguntes, antes llegarás a vieja. Así que me guardé las preguntas y seguimos comiendo pastel.
Afuera la noche escondía lobos.

 

ilustración de Laura Anderson

Taller de cuentos | 2 de abril

Os invito a participar en un nuevo taller. En él trabajaremos desde la experiencia. Vamos a buscar qué tiene de especial el cuento para cada uno de nosotros, qué sentido, vínculo, personaje, memoria… Y desde la magia: es desde el lugar que nos hablan los cuentos, desde la sorpresa, la coincidencia con el estado en que nos encontramos, los problemas que pasamos, las soluciones que buscamos… acompañándonos desde lo psicológico, metafórico, arquetípico y espiritual… buscando el trasfondo sanador para cada uno de nosotros.

Ilustración de Iván Alfaro
Ilustración de Iván Alfaro

Taller de cuentos | Dinorah Arrillaga

Fecha:  sábado 2 de abril de 2016
Horario: de 11 a 14 hs.
Lugar: Omnia Reiki Institute-Barcelona
Diputació 113-115, esc. derecha, entlo. 1ª
Precio: 25 euros

Por inscripciones e información:
dinorah@atravesdelcuento.es
658 899 132

Perdido en el reino de las madres

Uno puede andar perdido en un mismo cuento durante años. A veces, la vida entera. Como el cuento es infinito se va contando a sí mismo a medida que crecemos, y se va activando en nosotros, por ejemplo, cuando atravesamos momentos que tienen que ver con el cuento. Así, uno -sea hombre o mujer-, puede habitar Blancanieves, o La Bella Durmiente, o El Pájaro de Fuego, durante mucho tiempo, sin saber siquiera que anda encarnando un cuento. Y quien dice cuento, dice también leyenda, mito… pero hoy vamos de cuentos.

Decía entonces que uno puede andar deambulando por Blancanieves, que podría ser casi lo mismo que decir: andar perdido en el Reino de las Madres. Vivir absorbido por una madre caníbal, autoritaria, enorme madre, siempre presente, que se nos aparece en la vida una y mil veces, aunque nos vayamos a vivir con siete enanos a un bosque lejano, que queda cruzando los siete montes. Hasta allí llega la madre, con tentaciones extrañas, disfrazada de otras mujeres, para vendernos peines envenenados (y así poder matar nuestras ideas propias), cordones hechizados (que nos quitan el aliento), y manzanas, apetecibles, venenosas, para matarnos el sentimiento, el sentir, nuestro Eros. Esas madres, que sin moverse de sus casas, conectan con sus hijos a través de una intuición nefasta, no para traerles el bien, sino con la intención de matar algo en ellos, de no dejarles ser. Uno puede estar perdido en ese reino, aunque la madre haya muerto hace mucho, mucho tiempo atrás, o aunque uno esté durmiendo en una urna de cristal desde hace años…

 

Ilustración de Angela Barret
Ilustración de Angela Barret

 

Pero los cuentos son una medicina oscura y poderosa que arroja luz sobre la sombra. Leerlos equivale a “leernos”, a entendernos. Atrevernos a vernos reflejados en los distintos personajes y preguntarles cosas (preguntarnos cosas), es un paso mágico a favor de nuestro crecimiento interior.

Podemos contar un cuento como si fuera nuestra propia historia, contarlo en primera persona, como si uno fuera el héroe que lo está transitando, y sentir… dejar que el sentimiento aflore. Conectar con sus imágenes. ¿A dónde nos lleva el cuento?

Cuando comenzamos a ser conscientes de la historia que nos contamos, podemos hacer el cambio a otro cuento (como quien cambia de sueño) o podemos, también, dejar de contárnoslos.

Blancanieves, versión de los hermanos Grimm