Los siete cabritillos ya no viven aquí

No, señor Lobo, no, los Siete Cabritillos ya no viven aquí. Se fueron hace un tiempo a vivir junto al mar. Parece que la madre cabra encontró una casa bonita debajo de las rocas. Al menos eso fue lo que me dijeron, señor Lobo. ¿Qué no puede entender cómo viven debajo de rocas? Perdone que se lo diga así, pero le falta un poco de imaginación, y de lecturas… Escuche, señor Lobo (pero disculpe, ¿le pongo una cerveza?; aquí tiene una fresquita), como le iba diciendo, si usted hubiera leído más cuentos sabría perfectamente que dentro de las rocas hay casas, reinos, refugios, qué se yo, todo tipo de lugares.
Así que Madre Cabra encontró una casita en las rocas, y ya sabe cómo son las cabras… ¿Ah, no? ¿No lo sabe? Mire: es bien sabido que a las cabras les encanta el lujo, la comodidad, los lugares escarpados, y las playas. Encontró un espacio maravilloso para criar a sus hijos y para poder irse por ahí sin temor a los lobos, que como bien sabe usted, suelen venir a visitar a los cabritillos cuando están solos. Parece que en la playa no existe ese peligro. Hay olas, eso sí, pero los cabritos son buenos nadadores; también tienen muchos metros de arena para correr y saltar felices. Por lo que me contaron, la casa de debajo de las rocas, conecta con las tierras altas del norte. Imagine qué espacio. Los chavales no paran de jugar, de reír.
¿Qué le pasa señor Lobo? ¿Por qué llora? Ah, que usted también se siente madre de ellos. Claro, eso de tenerlos en la panza durante un rato, claro… Bueno, pero lo que pasa es que usted se los comió, todo hay que decirlo; usted no los gestó, ni los trajo al mundo, aunque… pensándolo bien, en cierta manera también los trajo. Claro, usted los hizo renacer… Sí, señor Lobo, las muertes y los nacimientos, todo junto, todo mezclado. Usted también hizo lo suyo por ellos, para que crecieran y fueran. Y han crecido y están siendo. Cabritillos felices en una playa nueva, con casa debajo de las rocas, recorriendo caminos intrincados y mágicos que llevan a las tierras altas. No está mal, señor Lobo, no está mal.

 

 

 

Hablar en círculos II

Cosas inexplicables, como todo, como tú, como yo… Cosas que no conducen a nada y, sin embargo, cuántas preguntas generan, cuántas búsquedas, cuántos encuentros.

Abro una puerta a un lugar donde viven criaturas extrañas, con ojos y bocas, con dientes y manos. Me miran desde un infinito cargado de presagios. Todas las posibilidades giran en torno a ese lugar: solo hay que elegir, fijar la atención en un punto, y saltar (siempre hay un salto en este sitio). Un salto hacia el abismo; hacia abajo, hacia adelante; un salto de alegría o de miedo; un salto como una ofrenda.

Hoy solo abro la puerta y miro, no por cobardía, sino por curiosidad, tal vez por cansancio, tal vez por ganas de pensármelo mejor antes de coger carrerilla. Sé que no es lo que toca. Sé muy bien que el pensamiento no cuenta en este lugar y que las leyes de este mundo suelen ser extraordinariamente estrictas.

Veo pasar un zorro y le pido fuego. Se detiene, enciende una cerilla y la acerca a mi cigarro. Conversamos un rato, después se va.
Saludo a las criaturas y ellas me responden con un gesto de sus manos, o de sus dientes. Cierro la puerta. Mejor vuelvo otro día.

 

 

 

 

Lo que me contó mientras tomábamos el té

kiki Smith
kiki Smith

 

“… El paisaje es, por lo menos, impactante. De tan agreste recuerda a un perro salvaje y sarnoso, o a un caballo desbocado. El ánimo parece ser mordido por alimañas invisibles. Por ahí se camina con la convicción de que trolls ocultos (y quién sabe qué otra clase de bichos malignos) espían los pasos del viajero con intenciones asesinas y carnívoras.

Este es uno de mis escenarios interiores; uno de los paisajes de mi alma. A veces, cuando es necesario, envío postales de este lugar a aquellos que se lo merecen. Me devuelven cartas asombradas, gritos indignados. Al parecer les asusta la belleza corrosiva de esa clase de naturaleza. Es por eso que no lo muestro mucho; lo guardo para ocasiones selectas…”

 

Lo que le contesté, después de un silencio, mientras tomábamos el té.

¿De verdad sos así?

 

Lo que me dijo mientras untaba mantequilla en una galletita.

Sí, también soy así.
¿Querés ver?

(Aunque me miró brevemente sé que vi un destello en sus ojos).

 

Lo que respondí mientras intentaba tragar y el pulso me temblaba.

Sí. Quiero ver.

 

Y de esta manera tan civilizada, Caperucita Roja volvió a meterse, una vez más, en la boca del lobo.

 

Sant Jordi: libros, publicaciones, rosas, dragones

¡Feliz Sant Jordi!

La asociación CAIEV, de Educación Viva, acaba de editar un libro de cuentos ilustrados: “Quan plouen granotes”. Diecisiete cuentos escritos e ilustrados por padres, madres, abuelos y gente afín al proyecto. Me siento honrada y feliz por participar en él con un cuento de mi autoría (“Una visita inquietante”) ilustrado con arte por Josep Vidal.

Todos los beneficios del libro van destinados a promover la educación viva y a alentar las actividades de la asociación.

 

Por más información:
contes@caiev.com
caiev.com

 

Sant Jordi es una fiesta maravillosa que celebra la derrota de nuestra oscuridad interior. Que nuestro propio Sant Jordi, con su espada clara, vuelva a liberar a nuestra princesa alma de nuestro dragón sombra oscura.
Y que de la derrota de la oscuridad nazca la rosa…

Que Sant Jordi, el gran guerrero, nos proteja y nos siga enseñando.