Este cuento lo conozco desde hace mucho tiempo. No recuerdo si lo leí en algún libro de G.I. Gurdjieff o de Osho. Sí sé que es un cuento de tradición sufí que me sigue impactando por su lucidez a pesar del tiempo transcurrido. Dentro de esta tradición (me refiero al sufismo) el “zikr” es una práctica espiritual para despertar el recuerdo de Dios en nosotros. Recordar, ir a nuestro interior, conectar con algo más grande que nuestros pequeños y mundanos egos, recoger esa chispa divina y saber que, en nosotros, albergamos poder y libertad para hacer y ser.
En este mundo en el que, desde hace tiempo y, sobre todo, actualmente, estamos perdiendo derechos y libertades a pasos agigantados, recordarnos a nosotros mismos como seres libres, y actuar en consecuencia, es vital para detener esta esclavitud soterrada (aunque obvia) a la que, al parecer, nos están conduciendo…
Dicen que los cuentos no fueron creados para dormir a los niños, sino para despertar a los hombres a la conciencia de sí mismos.
Publicados con dos meses de diferencia, estos dos artículos de La Contra de La Vanguardia, poseen conexiones obvias y conmovedoras.
Hay cuentos creados para sumirnos en un sueño oscuro; otros, en cambio, nos liberan. El primero de los dos artículos relata una historia que duerme, si la tomamos literalmente y permitimos que esa literalidad entre en nuestro inconsciente; el segundo, es un cuento con semillas de alerta, para que quien lo lea pueda despertar del letargo. El primero habla desde la sofisticación de la mentira y su narrador (me refiero al entrevistado: un gran contador de cuentos), ha de recurrir a cierta verdad legendaria, hábilmente manipulada a favor del mensaje que nos quiere transmitir, para que su historia vaya instalándose en nosotros de una manera relajada; y es que toda buena mentira, para que pueda ser creída, aceptada, debe llevar en sí cierto porcentaje de verdad. Y todo buen cuento debe construírse a partir de un sustrato antiguo, arquetípico, mítico, legendario, para que llegue a nosotros y nos cale por dentro. Chris Skinner, el narrador del primer cuento, lo sabe y a partir de esto, manipula con agresiva tranquilidad. Miente con arte; es amigo del lobo feroz y conoce su objetivo…
Nos cuenta una historia actual (la nuestra), y para captarnos, nos transporta a lugares remotos… de hace mucho, mucho tiempo atrás, cuando se inventó la primera moneda de cambio, a partir de la cual crecimos como humanidad, pues así canalizamos el sexo, obteniendo un orden social, gracias a los sacerdotes de aquel remoto lugar que… (y sigue contando). Nos hipnotiza y nos lleva al redil. Es el mago oscuro que hace magia con la palabra y crea mundos ilusorios; o el hada número trece de la Bella Durmiente, que nos quiere seguir atando a la materia.
Martin Armstrong, el narrador del segundo cuento, parece contar otra clase de historia. En ella alerta (nos alerta) a quienes leemos/escuchamos, de que muchas cosas no son lo que parecen ser y deja entrever cierta información, particularmente significativa, mechada con su propia historia. También es un gran narrador, que no recurre a ningún sortilegio para explicar su verdad.
La historia que cuenta es la suya propia y tiene toda la fuerza y la verdad de una vida. Cuenta el viaje del héroe: sus aventuras, los encuentros con la sombra; su cara a cara con los guardianes de los umbrales; los lugares de caída; la resurrección: llega a ir más allá del héroe. Ha resucitado y trae una lección para la sociedad. Él, en cierta medida, está por fuera de ella, aunque aún mantiene esperanzas en que se dé un cambio favorable a la humanidad.
Como personaje de cuento es el príncipe que trae la pluma del pájaro de oro; es el zorro que advierte que no ponga la silla de oro al caballo; es el héroe que cae dentro de un pozo porque sus hermanos lo empujan; es el coyote que se burla de todos.
Parece, es lo que entiendo, que como colectivo humano estamos en un momento particularmente decisivo. Parece que toca elegir entre esclavitud o libertad; entre ser rey de nuestro propio reino o ser una terminal bancaria. Tal vez esté por despertar La Bella Durmiente; tal vez Blancanieves esté a punto de escupir la manzana envenenada; tal vez el cazador comience a rajar el vientre del lobo para liberar a Caperucita Roja; o tal vez aún nos falte mucho tiempo para salir de la oscuridad y el sueño. Es un momento sublime y peligroso, la magia -como siempre- se está moviendo.