Muchos cuentos tradicionales hablan del Bien y del Mal. En la mayoría de estas historias el héroe y la heroína se posicionan a favor del Bien. Este posicionamiento no hace que sus caminos sea más fáciles, sin embargo les da esa fuerza enorme que emana de nuestro interior cuando tenemos Fe. Y es a través de esa Fe que el alma vive el milagro, o en el milagro, y pueden acontecer las cosas más inesperadas: la muchacha de las cenizas se convierte en reina; el pequeño muchacho trae el agua de la vida; el soldado pobre se casa con la radiante princesa. Detrás de esa fuerza milagrosa hay valores que héroe y heroína encarnan en su vida: la generosidad, la inocencia, el amor, el compromiso, la entrega, la creencia en algo más grande que ellos que les da fuerza en el camino.
Una cosa que me gusta mucho de los cuentos de hadas es que cuando el mal es detectado se arranca de raíz, sin piedad. No hay piedad para lo perverso.
En estos tiempos oscuros que vivimos, donde el relativismo moral escampa y nos seduce con voces progresistas, ¡qué maravilla leer estos cuentos! Qué descanso para mi alma. Qué conexión con el silencio. Leer esta literatura me lleva al silencio y a la reflexión; a lo sencillo; a la verdad. Es tan bello cuando los protagonistas, después de tanto trabajo, peligros y sacrificios, llegan a encontrar lo que buscan… Y suele pasar que eso que encuentran no es sólo para ellos, es para todos. No hay espacio para el feroz individualismo en estas historias; sí lo hay para la maravilla, para el aprendizaje, para el encuentro, para traer el bien y la paz al reino. Se renueva el reino y lo que llega es algo mucho más grande y vital que lo que ya existía.
El Bien siempre busca la vida, la venera, y los cuentos nos hablan de la profunda belleza de la vida.
Si te sientes perdido en el camino, si la actual niebla que todo lo cubre no te deja sentir, ni pensar, ni volver a ti, te recomiendo que leas un cuento de hadas. Si no tienes costumbre de leerlos te advierto que sus palabras e imágenes son poderosas. Puede pasar que te enfades, que se te revuelvan las tripas. Te puede pasar todo eso y mucho más. Contaminados como estamos, por tantas correcciones políticas, seguramente juzgarás el cuento.
Una vez lo hayas leído, y después de haber sido atravesado por todo lo que te haya conmovido, vuelve a leerlo. En voz alta. Siente cómo se mueve esa historia en tu cuerpo; cómo respira el símbolo, cómo se abre y te trae noticias de tus mundos interiores. Déjate guiar por el silencio del cuento; conviértete en la heroína, en el héroe: mata dragones, llega a la casa de la abuela, haz que la reina baile sobre un par de sandalias de hierro candente… Y a ver qué te pasa.
Los cuentos son un camino, y una casa, que está en medio del misterio. Los cuentos nos recuerdan el misterio. Recordar el misterio nos vuelve humildes y nos hace mirar hacia lo sagrado. Mirar hacia lo sagrado nos enriquece y nos aclara. La claridad nos vuelve sencillos, honestos, y fuertes. Siendo sencillos, honestos, y fuertes, somos capaces de reconocer nuestros valores. Si reconocemos nuestros valores, y los honramos, sabremos discernir entre Bien y Mal. Sabiendo discernir, podremos posicionarnos. Posicionándote, cambiarás tu mundo. Cambiando tu mundo, podrás cambiar el mundo.
Me encantó.
Me alegro!
Leer este maravilloso relato justo en uno de esos momentos que más necesito un empujoncito y me remueva tanto por dentro como por fuera ya me parece mágico. Gracias por la magia!
Me alegra saber que este texto te ha ayudado. Gracias por contarlo. Te mando un abrazo grande, grande.
Maravilloso Dinorah 💜
Gracias, Marina. Un abrazo.
Los cuentos de hadas o tradicionales siempre me gustaron, y aunque era docente de nivel secundario, incluía estos textos en primer año.
Muy buena reflexión,
me encantó. Comparto.
¡Qué precioso lo que cuentas! Los cuentos de hadas, como buena literatura, son maravillosos tengas la edad que tengas. Me parece un gran acierto que hayas incluido estas obras en secundaria.
Muchas gracias.
Te mando un abrazo.
Espléndido, Dinorah.
En especial celebro el último párrafo.
Gracias.
Un abrazo.
Ah, qué bueno que te haya gustado especialmente el último párrafo… Gracias, Benet. Abrazo grande.