Viajar a un lugar muy, muy lejano

Para crear estas imágenes, los tres ilustradores viajaron a ese reino lejano que nos habita. Si te tomas un rato y las observas, seguro que también te vas de viaje.

¿Con qué conectas?
¿Te mueven algo?
¿Tienes tiempo para entrar en eso que te mueven?
¿Te traen recuerdos: del pasado, del futuro, de un tiempo sin tiempo…?

¿Qué cuento te cuentan? ¿Uno antiguo? ¿Uno que está por escribirse…?

Había una vez…

John Bauer
John Bauer
Arthur Rackham
Arthur Rackham
Theodor Kittelsen
Theodor Kittelsen

Dos cuentos: una misma historia

Publicados con dos meses de diferencia, estos dos artículos de La Contra de La Vanguardia, poseen conexiones obvias y conmovedoras.

Hay cuentos creados para sumirnos en un sueño oscuro; otros, en cambio, nos liberan. El primero de los dos artículos relata una historia que duerme, si la tomamos literalmente y permitimos que esa literalidad entre en nuestro inconsciente; el segundo, es un cuento con semillas de alerta, para que quien lo lea pueda despertar del letargo. El primero habla desde la sofisticación de la mentira y su narrador (me refiero al entrevistado: un gran contador de cuentos), ha de recurrir a cierta verdad legendaria, hábilmente manipulada a favor del mensaje que nos quiere transmitir, para que su historia vaya instalándose en nosotros de una manera relajada; y es que toda buena mentira, para que pueda ser creída, aceptada, debe llevar en sí cierto porcentaje de verdad. Y todo buen cuento debe construírse a partir de un sustrato antiguo, arquetípico, mítico, legendario, para que llegue a nosotros y nos cale por dentro. Chris Skinner, el narrador del primer cuento, lo sabe y a partir de esto, manipula con agresiva tranquilidad. Miente con arte; es amigo del lobo feroz y conoce su objetivo…

Nos cuenta una historia actual (la nuestra), y para captarnos, nos transporta a lugares remotos… de hace mucho, mucho tiempo atrás, cuando se inventó la primera moneda de cambio, a partir de la cual crecimos como humanidad, pues así canalizamos el sexo, obteniendo un orden social, gracias a los sacerdotes de aquel remoto lugar que… (y sigue contando). Nos hipnotiza y nos lleva al redil. Es el mago oscuro que hace magia con la palabra y crea mundos ilusorios; o el hada número trece de la Bella Durmiente, que nos quiere seguir atando a la materia.

 

ilustración: John Bauer
ilustración: John Bauer

 

Martin Armstrong, el narrador del segundo cuento, parece contar otra clase de historia. En ella alerta (nos alerta) a quienes leemos/escuchamos, de que muchas cosas no son lo que parecen ser y deja entrever cierta información, particularmente significativa, mechada con su propia historia. También es un gran narrador, que no recurre a ningún sortilegio para explicar su verdad.

La historia que cuenta es la suya propia y tiene toda la fuerza y la verdad de una vida. Cuenta el viaje del héroe: sus aventuras, los encuentros con la sombra; su cara a cara con los guardianes de los umbrales; los lugares de caída; la resurrección: llega a ir más allá del héroe. Ha resucitado y trae una lección para la sociedad. Él, en cierta medida, está por fuera de ella, aunque aún mantiene esperanzas en que se dé un cambio favorable a la humanidad.

Como personaje de cuento es el príncipe que trae la pluma del pájaro de oro; es el zorro que advierte que no ponga la silla de oro al caballo; es el héroe que cae dentro de un pozo porque sus hermanos lo empujan; es el coyote que se burla de todos.

Parece, es lo que entiendo, que como colectivo humano estamos en un momento particularmente decisivo. Parece que toca elegir entre esclavitud o libertad; entre ser rey de nuestro propio reino o ser una terminal bancaria. Tal vez esté por despertar La Bella Durmiente; tal vez Blancanieves esté a punto de escupir la manzana envenenada; tal vez el cazador comience a rajar el vientre del lobo para liberar a Caperucita Roja; o tal vez aún nos falte mucho tiempo para salir de la oscuridad y el sueño. Es un momento sublime y peligroso, la magia -como siempre- se está moviendo.

Aquí dejo los dos cuentos: que cada quien saque sus propias conclusiones.

-Cuento número uno:  «Cada persona del planeta será una terminal bancaria».
-Cuento número dos:  «En octubre tendremos crisis de la deuda de los gobiernos»

 

 

El viejo cuento del Lobo

“-¡Ay, abuela, qué orejas tan grandes tienes!
-Para oírte mejor.
-¡Ay, abuela, qué ojos tan grandes tienes!
-Para verte mejor.
-¡Ay, abuela, qué manos tan grandes tienes!
-Para cogerte mejor.
-¡Ay, abuela, qué boca tan enormemente grande tienes!
-Para devorarte mejor.”

Caperucita Roja (versión Grimm)

 

Caperucita Roja, grabado de Gustavo Doré

 

Este magistral diálogo es uno de los más aterradores de la literatura: la inocencia conversa con la maldad y está a punto de descubrir “el mal”. La imagen es tremenda: una niñita, a solas, en una habitación sin luz, habla con un ser oscuro que se hace pasar por alguien bueno y querido.

Caperucita Roja es inocente, pero sobre todo, es ingenua: le ha dado al lobo feroz todos los datos para llegar hasta la casa de la abuela, y éste ha devorado a la anciana y espera, tranquilamente en la cama, hacer lo mismo con la nieta.

Un cuento de sabiduría nos habla de lo que fuimos, somos y seremos. Pone en contacto a los tiempos para que, como humanos, vayamos aprendiendo. Todo buen cuento antiguo nos habla a cada uno como individuo, y a todos como colectivo.

¿En qué momento del relato de Caperucita Roja estamos viviendo como humanidad? Me parece que estamos en la oscuridad del cuarto de la abuela, hablando ingenuamente con el lobo, sin querer entender que estamos a punto de ser devorados.

Por ejemplo, aquí, en España, el 1 de julio de 2015 ha entrado en vigencia la llamada “Ley Mordaza”. Muchos han venido advirtiendo acerca de la inconstitucionalidad y las consecuencias nefastas de esta ley. Socialmente apenas ha habido eco de estas advertencias, como si la cosa fuera con otros, como si no pasara nada. Nos han quitado, por ley, el poder de expresarnos desde la libertad; el poder de mostrar desacuerdos, de estar en contra; de denunciar públicamente lo injusto, de tomar acciones contra aquello que no nos gusta. El lobo escondido (la dictadura encubierta que desde hace años vivimos), comienza a mostrarse: vestido aún con los ropajes de la abuela, es cierto, pero ya dejando ver claramente sus intenciones. Caperucita, asombrada, no quiere ver, no quiere entender, y continúa hablando con él.

La dictadura oculta está dejando de ocultarse. ¿Qué vendrá después? Por lo pronto sería sano que dejáramos de lado el viejo cuento que nos cuenta que
vivimos en democracia, en un gran reino donde podemos decidir, elegir y estar informados (altamente informados). Sería sano que dejáramos la ingenuidad de lado: el lobo feroz nos cerca, nos acecha y sabe cómo manipularnos.

Caperucita Roja tuvo que vivir una experiencia de oscuridad en el vientre del lobo para aprender la lección y llegar a matarlo (con la ayuda del cazador, primero; y con la sabiduría de la abuela, mató al segundo lobo).

Si el lobo nos engulle ¿cómo salimos de su barriga? Seguramente (y por fortuna) hay una parte nuestra que permanece sin ser devorada. Una parte activa, capaz de matar lo oscuro, que está atenta y vive en el bosque. Ese cazador que llega a la casa de la abuela y que entiende, por experiencia intuitiva, que primero hay que abrirle el vientre al animal para no matar lo que hay dentro. Cuando salen, Caperucita y abuela se encargan de llenarle la panza de piedras al lobo, para que muera.

Los cuentos nos enseñan: si no somos capaces de revisar nuestra historia, de entrar en nuestra propia oscuridad para mirarla de frente, entenderla e integrarla, no seremos capaces de crecer como adultos y nos quedaremos inmersos para siempre en un lugar infantiloide donde las decisiones las toman “los otros”. Es necesario que nos hagamos cargo de nosotros mismos. Si lo hiciéramos ¡cómo cambiaría el cuento!

 

detalle del grabado de Gustavo Doré

 

Dicen que los cuentos no fueron hechos para dormir al hombre, sino para despertarlo a la conciencia de sí mismo. Despertar, hacernos responsables de lo que somos, para que nada ni nadie pueda decidir por nosotros, es un trabajo grande y exige mucha entrega, tal y como nos cuenta Caperucita.

El cuento de Caperucita Roja tiene un final redentor y esa es la gran esperanza.

 

Lectura complementaria:
Caperucita Roja: un cuento salvaje.
(versión de los hermanos Grimm)