Pero en esas leyendas, en aquellos «cuentos para niños» –que, por otra parte, fueron recogidos por escritores de la talla de Andersen, Perrault y los hermanos Grimm, por ejemplo– se mostraban sin hipócritas pudores las infinitas gamas de que se compone la naturaleza humana. Y allí están reflejadas, en pequeñas y sencillas historias, toda la grandeza y la miseria del ser humano. (…)
No desdeñemos tanto la fantasía, no desdeñemos tanto la imaginación, cuando nos sorprenden brotando de las páginas de un libro trasgos, duendes, criaturas del subsuelo. Tenemos que pensar que de alguna manera aquellos seres fueron una parte muy importante de la vida de hombres y mujeres que pisaron reciamente sobre el suelo y que hicieron frente a la brutalidad y a la maldad del mundo gracias al cultivo de una espiritualidad que les llevó a creer en todo: en el rey, en los fantasmas, en Dios, en el diablo…
El abandono de la barbarie de alguna forma va ligado a esas creencias, a esa fe ingenua e indiscriminada. No seamos tan descreídos, no tanto como para imponer la desmemoria al conocimiento, si no queremos encontrarnos, al final, con las manos vacías. No olvidemos que el diablo entra en todos los conventos, que Dios reside en todas las criaturas vivas del mundo, que la palabra descubre, desentierra del olvido o de la indiferencia futura aquello que nos hace distintos de las bestias.
Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida.
Cuando en literatura se habla de realismo, a veces se olvida que la fantasía forma parte de esa realidad, porque, como ya he dicho, nuestros sueños, nuestros deseos y nuestra memoria son parte de la realidad. Por eso me resulta tan difícil desentrañar, separar imaginación y fantasía de las historias más realistas, porque el realismo no está exento de sueños ni de fabulaciones…, porque los sueños, las fabulaciones e incluso las adivinaciones pertenecen a la propia esencia de la realidad.
Yo escribo también para denunciar una realidad aparentemente invisible, para rescatarla del olvido y de la marginación a la que tan a menudo la sometemos en nuestra vida cotidiana.