Autorretrato

Neptuno profundo y una luna que ilumina las sombras.
Perderse en el otro y en otros mundos.
Camino de sueños, imágenes y visiones.
El límite es el infinito, pero existe.
Las sirenas cantan en la noche y cuentan verdades,
y también engañan.
La senda es el límite, que es infinito, pero existe.
El oscuro vientre del lobo,
Caperucita en la hondura, aprendiendo con la abuela pagana;
Alicia recorriendo maravillas, entendiendo algo
que no se explica en la escuela.
El Pájaro de Oro me despierta, cada noche, a las doce en punto,
y me voy de viaje en busca de sus plumas.
Un zorro me guía y me enseña a caminar
el límite, que es infinito, pero existe.
Siempre me voy. Y siempre vuelvo.

 

autorretrato

ir y volver

el límite es el infinito pero existe

 

Finales de primavera

Un grupo de niños, en bañador, jugando sobre la arena. El viento, que vuela la bata y se cuela por dentro de mi abrigo, gira las olas.
Mar encrespado.
Bebo café, leo, escribo.
Quiero quebrar el tiempo; romper un paréntesis; transformar la historia que me cuento.
Escribir en el viento y, sin embargo, apoderarme de algo mío que se me escapa.
Robarlo.
Robar eso mío y adueñarme.

Esta noche un bebé me interpeló en sueños. Buscaba una nutrición que no le supe dar. Sin embargo me quedé con un detalle: en la habitación azul de mi sueño había una ventana bañada en luz.
La ventana, repitiéndose siempre de la misma manera, es sólo un detalle fugaz de mis últimos sueños nocturnos: la luz blanca que se filtra desde fuera, y el color azul de los muros de las distintas habitaciones, de mis distintos sueños.
Hay una invitación en esta imagen y, con seguridad, una respuesta a una pregunta que me vengo haciendo.
Asomarme a la ventana, saltar al otro lado, caminar ese paisaje que se filtra en una luz y que quiere expresar… ¿qué? Ahí está el misterio, el reto.

Hoy, el guardián del umbral ha sido un bebé.
Y a este lado del velo, los niños jugando en la playa, me regalan un símbolo.

Todos mis lobos descansan en la orilla; miran el mar dándome la espalda.
Los niños juegan entre ellos, los acarician con alegría.
Los lobos son negros y están tranquilos.

 

 

 

Hablar en círculos II

Cosas inexplicables, como todo, como tú, como yo… Cosas que no conducen a nada y, sin embargo, cuántas preguntas generan, cuántas búsquedas, cuántos encuentros.

Abro una puerta a un lugar donde viven criaturas extrañas, con ojos y bocas, con dientes y manos. Me miran desde un infinito cargado de presagios. Todas las posibilidades giran en torno a ese lugar: solo hay que elegir, fijar la atención en un punto, y saltar (siempre hay un salto en este sitio). Un salto hacia el abismo; hacia abajo, hacia adelante; un salto de alegría o de miedo; un salto como una ofrenda.

Hoy solo abro la puerta y miro, no por cobardía, sino por curiosidad, tal vez por cansancio, tal vez por ganas de pensármelo mejor antes de coger carrerilla. Sé que no es lo que toca. Sé muy bien que el pensamiento no cuenta en este lugar y que las leyes de este mundo suelen ser extraordinariamente estrictas.

Veo pasar un zorro y le pido fuego. Se detiene, enciende una cerilla y la acerca a mi cigarro. Conversamos un rato, después se va.
Saludo a las criaturas y ellas me responden con un gesto de sus manos, o de sus dientes. Cierro la puerta. Mejor vuelvo otro día.