Ariadna Salvago me pasó esta entrevista donde Tahir Shah habla de su padre, Idries Shah, y a mí se me abrió el recuerdo…
«Recordar», dentro del sufismo, es una experiencia interna que se busca para poder entrar en contacto con aquello que realmente somos y con aquello que, a pesar del olvido de nosotros mismos, anhelamos. Y en este anhelo de recordar está implícita la nostalgia.
Durante cinco años asistí a los seminarios que Oruç Güvenç, maravilloso hombre turco y maestro sufí, impartía en Barcelona. Oruç nos enseñaba a través de la música, de las danzas chamánicas y, sobre todo, nos enseñaba con su presencia. Nos contaba cuentos de Nasrudín, episodios de la vida de Mevlana Rumi, de Rabía de Basora (una gran maestra sufí) y nos leía la impresionante poesía de Yunus Emre. Con él aprendí a girar.
El año pasado, hace un año ya, Oruç murió y aunque hacía mucho tiempo que no lo veía, sentí un gran vacío en mí, una profunda emoción y la certeza de que un tiempo antiguo y muy especial de mi vida se iba con él.
Tanta belleza, refinamiento, arte, cuentos… Cuando pienso en él y en esos días de mi vida, siento algo luminoso que me acaricia, o me masajea, el corazón. En realidad me viene una imagen: la de una casa llena de rosas y el sol entrando por las ventanas. Tal vez eso era el sufismo para mí, tal vez ese era el sentimiento que Oruç despertaba en mí. Un sentimiento también ligado a mi abuelo, Slaimen Yunes, que a través de su fe -era musulmán- me llevó, tantos años después, al encuentro con las enseñanzas sufíes, a Oruç y a tanta gente querida.
He leído a Idries Shah y tengo en mi biblioteca un precioso libro de cuentos suyo, «Caravana de sueños», que me acompaña desde hace mucho, mucho tiempo…
Gracias Oruç, por tanto.
Gracias camino.
Entrevista a Tahir Shah
Oruç Güvenç, la música que sana el alma